lunes, 6 de febrero de 2012

Joven. Mujer.

Nadie más. Puede haber un millón de focos en una habitación cerrada donde solo yo esté, y ninguno me iluminará a mi. En lo oscuro, dónde nadie mira. Dónde las sombras no lo son. Mil palabras y mil lágrimas. Sólo un pensamiento, que no abandona jamás esa cabeza de adolescente alocada.
Ella arrinconada, capaz de gritar a pleno pulmón sin ser escuchada, capaz de sentir sensiblemente, cual flor que se abre en su primera primavera. Capaz de callar y hacer que su corazón bombee de una forma imperceptible, capaz de predecir que su día sera igual por más que el tiempo trascurra.
Ella que cuenta las lágrimas, y van ya ciento cincuenta, que descienden pausadamente por su mejilla ausente. Ella que esconde su rostro, que vive sin ser vista, escondiéndose, ocultando todo lo que ella es. Ella inexistente. Ella joven. Ella mujer

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