domingo, 18 de noviembre de 2012

4.55 minutos inútiles

Suena Yann Tiersen, y mi mente incauta viaja. Viaja cual pequeña partícula, perdida por el amplio espacio de esta inhóspita y pequeña sala, vuela empujada por una fuerza invisible.
Mi mente cuerda, que se va, desaparece y en mí crece, como espuma de cerveza, la locura...

En estos 4.55 de canción, he podido percatarme de que a ese árbol, que puedo ver desde mi cama, casi no quedan hojas, de que el libro que dejé a medias este verano se caerá en breves de la estantería, de que The Kooks en invierno me da calma y felicidad, de que en realidad si lo pienso mucho aquí no estoy tan mal y de que en breves mi bipolaridad me hará creer que esto es una mierda y que no me gusta.
En estos 4.55, creo que no he pensado en ti, y digo creo por que mi subconsciente, cruel y perverso, que actua sin permiso no ha tracionado, al menos perceptiblemente, a mi ser consciente. Creo que, sin engañarme, es decir, siendo todo lo sincera que debería: sí, si que he pensado en ti. Pienso en ti como un pequeño niño incosciente que sin saber por que, y empujado por una tremenda razón de curiosidad, le tira de las orejas al perro o mete los dedos en un enchufe. Pienso en ti como si el pensar en ti me trajera de nuevo aquellas mañanas de agosto, cálidas secas y cortas, muy cortas. Pienso en ti como si la brisa del mar atrapase cada uno de mis sentidos.
En estos 4.55, mi café se ha enfríado, la calle sigue igual de sucia, el mundo igual de inútil, mi cabeza igual de alocada y trastornada, tú igual de ''a tú bola'' y en tu mundo.
En estos 4.55, el mundo ha muerto un poco más, ha nacido otro niño en India y se han muerto dos en Perú.
En estos 4.55, el sol se ha escondido, las nubes han salido y han oscurecido todo.

En estos 4.55 minutos la canción ha dejado de sonar, y yo, que inútilmente le he intentado dar un sentido a estos casi 5 minutos, me doy por derrotada, y abandono todo una vez más sin llegar a nada. Todo muy inútil, como siempre. Me voy a dormir, no tengo nada que decir, pondré otra vez la canción para invocar, una vez más, inútilmente a la esa vieja amiga llamada inspiración. Adiós.

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