Platón describió en su alegoría de la caverna un espacio cavernoso, en el cual se encuentran un grupo de hombres, prisioneros desde su nacimiento por cadenas que le sujetan el cuello y las piernas de manera que únicamente pueden mirar hacía la pared del fondo de la caverna sin poder nunca girar la cabeza. Justo detrás de ellos; se encuentra un muro con un pasillo y, seguidamente, por orden de cercanía respecto a los hombres, una hoguera y la entrada de la cueva que da al exterior.
La caverna de Platón, mítica y real como la vida misma. Todo es sombre, todo es desconocido, y yo sigo pensando que nosotros somos ignorantes, ingenuos, que no vemos la luz, que permanentemente vivimos en esa caverna prisioneros de una oscuridad constante. Sombra, solo sombra. Después nada, ni siquiera luz, ni brillo. NADA. Ignoramos aquello que no queremos conocer y que por desgracia sabemos que está ahí, y eso nos hace más ignorantes, más prisioneros. Ignoramos aquello a lo que hay que enfrentarse, y eso nos hace aún si cabe más ignorantes y prisioneros. Ignoramos la vida, que a menudo nos pone trabas y retos, y eso no hace aún más, más y más ignorantes y prisioneros.
Somos un conjunto de ignorantes prisioneros en su totalidad que intentan buscarle explicación a cosas absurdas. Somos prisioneros en una pequeña caverna en la que nadie ve mas allá de su sombra, que se proyecta gracias a esa luz que llega desde la hoguera y el exterior. somos sombras, en un mundo oscuro, somos sombras que no se ven.
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